
Mirar todos mis peluches colocados encima de mi cama y sonreír a la vez que añoro mi infancia.
Por alguna razón, siempre enciendo el ordenador a la misma hora, a la 13:00, porque esa es la hora en la que puedes estar tú también conectado. Y efectivamente, ahí estás. Veo tu nombre y empiezo a sonreír sin motivos. Noto que mis problemas desaparecen. Mi corazón da un vuelco y mi estómago empieza a temblar. Espero a que me hables pensando en qué te diré cuando lo hagas. Todo empieza.
Ahí estamos los dos, con nuestras bromas de siempre. Nada ha cambiado de un día para otro.
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