jueves, 29 de marzo de 2012

Capítulo 7.

Colins me mira. Me ha notado algo raro. Será ese sexto sentido que tienen los perros para notar que todo ha cambiado. No lo niego. Muevo la cabeza en señal de afirmación y él mueve la cola contento. Es verdad, ella está cambiando mi vida. Nunca le había mandado regalos a nadie así porque sí, sólo en casos especiales y únicamente a mi familia. Tampoco ha cambiado todo, si estamos saliendo o eso creo, ella forma parte de mi familia. Además, ¿qué tiene de malo intentar impresionarla? Es mi manera de gritarle sin hacerlo que quiero que se fije en mí. Hacerme el interesante nunca está de más. Sólo quiero hacer del juego algo más divertido y ella parece que quiere ser concursante de este juego. Y esa intervención del cavernícola que quería llevársela vino de maravilla. Así tuve una escusa para subirla a mi casa...Que guapa estaba. Su sonrisa y su cara de boba mientras miraba los dibujos. Mis dibujos...La única forma que tengo de expresarme y mis padres quieren quitármela porque no le ven futuro. Esta noche, les comunicaré lo que pienso sea como sea. Las 20:00 h. He quedado en casa a las 21:00 h pero, como de costumbre, papá y mamá llegarán a las 21:30 h porque les habrá surgido algún asunto importante en el trabajo... Eso es parte de mi rutina, no me molesta ya. De pequeños estábamos siempre con Simón, ella es la que nos ha cuidado siempre porque papá y mamá estaban fuera por culpa de los negocios y los viajes de empresa. No les reprocho nada, lo hacían por nosotros. Trabajaban hasta tarde para que, el día de hoy, pudiéramos tener una buena vida sin tener que preocuparnos por los gastos ni las facturas de teléfono. A cada uno, le tocan los padres que le tocan y yo estoy contento y orgulloso de los míos. Bueno, dejemos de pensar y pongámonos manos a la obra. Me dirijo a mi habitación. Colins me sigue. Voy al armario y cojo unos vaqueros oscuros y un polo blanco de marca. Me lo regaló mi madre en Navidad y apenas me lo he puesto. Siguiente paso, domar a la fiera: mi pelo. Cada día una forma distinta y hoy parece que está bastante bien. Lo peino un poco y listo. Me echo un poco de colonia. Me acuerdo de unos zapatos que tengo sin estrenar en el armario. Lo abro y saco una caja. Allí están. Me los pongo. Como un guante. Listo. ¡La colada! Se me había olvidado por completo que tenía que hacerla hoy. Todavía tengo tiempo. Cojo el cesto de la ropa sucia y empiezo a meter cada prenda en la lavadora. Y entonces, la veo. La camisa que me puse cuando quedé con Andrea. Aún huele a ella, a su suave perfume y a su pelo. Huele a nuestro beso, el primero. La pongo en marcha. Es hora de irme. Colins quiere venir pero, no puedo llevármelo. Él y Wilfredo se llevan fatal. La última vez, empezaron a perseguirse por la casa, ladrando y manchándolo todo de barro. Tiraron dos platos de la vajilla nueva de mamá. No quiero arriesgarme esta vez.

-Lo siento amigo, esta vez no. Vigila bien la casa, volveré pronto.

Hace fresco. Pido un taxi. Esta noche no tengo mucha suerte, no para ninguno. Tras diez minutos, para uno.

-¿Dónde le llevo jefe?
-A la estación, por favor.
-Usted manda.

La gente de New York no sabe lo que se pierde. Hace una temperatura perfecta para pasear por la calle o ir en moto y sin embargo, todo el mundo va en taxi o en coche. Yo, no tengo otra opción. Si la tuviera, iría a pie. La estación está lejos y la casa de mi padres está a varios kilómetros de aquí. Llegaría mañana por la mañana. Semáforo en rojo. El taxi para. Hay una tienda de ropa. Un maniquí luce un vestido a flores. Se parece al que llevaba ella. Ella...Tan inocente, tan niña y tan dura. Ella, que no sabe nada de mí. Nos ponemos en marcha de nuevo. Se hace largo el viaje en taxi. El taxista no para de mirar por el espejo retrovisor hacia atrás. Me intimida que la gente haga eso. Sonríe y se hace el loco. Llegamos a la estación.

-Son veinte dólares.
-Tenga.
-Ya nos veremos cuando necesite otro taxi.

Entro en la estación de metro. Saco el billete en la taquilla. Me doy prisa en entrar para coger sitio y no tener que quedarme de pie pero, hay más gente que tiene la misma idea que yo y ya no queda ningún asiento libre. Agarro una de las argollas que cuelga del techo y me quedo allí. Hoy no es molesto estar aquí. Otros días, hace una calor asfixiante y la gente empieza a hacerse hueco empujando a los demás. Hasta los que están sentados, se molestan en esas situaciones. El ambiente está tranquilo. Hay una chica con unos cascos que está leyendo un libro. Es rubia, guapa y seguramente, tiene novio. Lleva una pulsera con medio corazón. Me da una idea. Hay dos señoras mayores sentadas junto a la puerta. Un empresario a juzgar por el traje de corbata y el maletín. Un grupo de jóvenes, emparejados entre ellos. Una niña que duerme apoyada en el hombro de su madre. Una pareja y sus dos hijos discuten por el lugar donde van a cenar: la madre y la hija quieren ir a la pizzería, mientras que el padre y el hijo quieren ir a la hamburguesería. Guerra de sexos. Vuelvo a recordar el día en el que la vi por primera vez, en el metro, concretamente, los servicios. Se había equivocado de servicio. ¿Y si no se hubiera equivocado?¿La hubiera conocido?No. Un dulce capricho del destino. El maquinista hace parar el metro. No es mi parada. Espero un poco a que baje todo el mundo para coger asiento pero, entra más gente. Da igual, hay un asiento libre enfrente de mí y voy a hacer ademán de sentarme cuando una señora mayor se dirige hacia él. Le cedo el asiento. Me sonríe agradecida. Nos volvemos a poner en marcha. Ha entrado otra chica, esta vez, es morena. No deja de mirarme y la saludo simpático. Se sonroja y me devuelve el saludo. Tras quince minutos de viaje, llegamos a mi parada. Aguardo dentro del metro hasta que sale la gente apegotonada y entonces, salgo yo. Hay que ser listo para no morir hecho puré. Esta vez, no cojo ningún taxi. Voy caminando hasta la casa que queda cerca de la estación. Camino un poco apresurado porque se me ha hecho un poco tarde cuando, escucho mi nombre.

-¡Alejandro!-es Derek en su nuevo coche.
-Hola Derek.
-Vas a casa,¿no?
-Sí, hoy es la cena con papá y mamá.
-Ya lo sé bobo, venga sube o llegarás tarde como siempre.

Subo porque sé que es verdad pero, no tiene que recordarme siempre mis defectos. Que si yo soy más listo, que soy mayor que tú y no tienes que darme órdenes, que si tienes que aprender de mí y de mi responsabilidad, bla bla bla. Mi hermano y sus puñaladas traperas.

-Va bien el coche.
-Lo llevé ayer al taller, tenía un ruido en el motor y me lo han dejado como nuevo.
-Como cuides tanto al coche, Adri va a ponerse celosa.

Ari es la novia de mi hermano. Llevan dos años juntos. Es simpática y mona. Un poco quisquillosa pero, perfecta para mi hermano.

-Preocúpate de encontrar una novia tú y deja mi vida personal.
-Para tu información...-me callo, no sé todavía si ella lo considera una relación.
-¿Te has echado novia, hermanito?
-No, iba a decir que soy tu hermano y estoy al tanto de tu vida privada como si fuera la mía propia.

 Por la expresión de su cara, no le gusta esa idea. No quieren que le controlen. Esa faceta de mi hermano, me gusta. Llegamos a la puerta que hay delante de casa. Me bajo.

-Voy a aparcar el coche, nos vemos dentro.

En la casa me recibe Simón. Le doy un beso en la mejilla y ella me abraza como si no me hubiera visto desde hace dos o tres años.

-¡Alex!-mi hermana baja corriendo las escaleras y salta a mi cuello. Se engancha como los monos.
-Sam,¿cómo estás?
-Bien, bien. He sacado otro diez en matemáticas. Al paso que voy, te tendré que dar clases yo a ti.
-Así me gusta.¿Dónde está Wilfredo?
-Durmiendo. Estará cansado, como siempre.
-¿Han llegado ya papá y mamá?
-Sí, están en su habitación preparándose.
-¡Chicos! Vamos a cenar ya.

En ese momento, entra mi hermano. Le frota el pelo a Samanta y la despeina. Se pone como una furia y empieza a quejarse y a intentar darle puñetazos. Derek se hace el chulito y la para con la mano pero, le doy un puñetazo en el estómago, flojo, pero se lo doy.

-Tú siempre tan protector.
-Y tú siempre tan plasta.
-¡Eso!
-Venga, parad ya-es papá.
-Para una vez que nos reunimos, tenéis que dar la nota-la voz de mamá, cansada y un poco apagada.
-Lo sentimos...

Nos abrazamos y nos vamos al comedor. La mesa está preparada. Hay velas, vino y música lenta, a un volumen bajo, de fondo. Nos sentamos como siempre, como antes de que mi hermano y yo nos fuésemos de casa. Empiezan a traer la comida. Comemos, reímos y bebemos. Retiran los platos y traen el postre. Veo el momento oportuno para decírselo.

-Papá, voy a hacer un curso de dibujo.
-¿Un curso de dibujo?Tú no puedes hacer eso.
-Sí puedo. Me gusta dibujar y al director le han gustado mis bocetos. Además es mi vid...
-Alejandro, tienes otras responsabilidades. No puedes decidir a la ligera tus planes de futuro. Nos arruinarías.
-Pero papá, yo quiero hacer ese curso. Empieza después del verano.
-No. No hay más que hablar.

Como esperaba, mi padre no ha aprobado mi decisión. Si fuese mi hermano, lo dejaría hacer lo que quisiera y le apoyaría y ya, si fuera mi hermana, la mandaría a París a la mejor escuela que hubiese. Pero no. Soy yo.

-Derek, llévame a casa.
-Espera, cojo las llaves del coche y nos vamos.
-Te espero fuera. Adiós a todos.

Me muestro frío. Salgo y espero a mi hermano. En el camino de vuelta, no soltamos ni una palabra. Yo estoy molesto y mi hermano teme hablarme y que le responda mal. Por unos planes de futuro que tengo, mi padre me los arruina. Gracias, papá.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Capítulo 6.


-Jeil, ¿qué hace Alejandro en el piso de enfrente?
-Vive ahí. Se acaba de mudar.
-Bueno y, otra cosa,¿de qué lo conoces?
-Es un amigo, nos conocemos desde que éramos pequeños. Sus padres son muy amigos de los míos. Jugaban al Polo juntos.
-Am, yo creía que...
-Que habíamos sido novios, ¿no?
-Sí, bueno, verás, es que, no sabía nada y me extrañó que, ya sabes...
-No pasa nada mujer, suelen confundirnos. La próxima vez que necesitemos algo y no tengamos, irás tú a pedírselo.
-Ya veremos.

Falsa alarma. Otra pregunta más resuelta. Sólo son amigos pero, sigue extrañándome la reacción de Jeil cuando le dije que había quedado con él. Parece que oculta algo y no sé el qué. Bueno, mañana investigaremos. Llaman a la puerta.

-¿Abres tú?-pregunta tímidamente Jeil.
Hago como la que está distraída y sigo a mi rollo. Que se levante y abra la puerta, por lo menos, así colabora un poco en la casa. Se levanta molesta del sofá y va hacia la puerta. La abre. Miro de reojo. Tan sólo es el cartero con un paquete. A pesar del tamaño del paquete, parece cogerlo y moverlo con facilidad. Me extraña, es un poco debilucho. Será para Jeil, habrá encargado algo en la teletienda. Firma el recibo. Me llama.

-Andrea, págale a este señor lo que le debes. Este paquete tan enorme es para ti.
-¿Qué paquete?Si yo no esperaba recibir nada.
-No sé pero, yo, me vuelvo al sofá.

Miro al cartero. Es un chico joven de unos dieciséis años diría yo por el acné de su cara. Mira a Jeil divertido. Le ha gustado pero, sabe que es muy mayor para él a pesar de su aspecto de adolescente desenfrenada.

-Di...di...disculpe señorita, ¿puede pagarme?
-Verá, creo que ha habido un error, yo no he encargado nada.
-¿Es usted Andrea Domínguez?
-Sí, la misma.
-No es un error.

Lo miro. Está apurado. No le hago sufrir más. Le pago y le doy una propina por las molestias. Cierro la puerta y echo el pestillo. Miro por la rendija de la puerta y lo veo bajar las escaleras mientras se toca el pelo, colocándoselo ligeramente hacia la derecha. Ha desaparecido. Vuelvo a lo mío: el paquete. Es enorme y no tengo ni la menos idea de quién puede haberme mandado algo tan grande. Es más grande que yo, por pocos centímetros. Miro una nota que hay pegada en uno de los laterales: <<Ábreme>>. Obedezco. Le quito el papel roto que hay y encuentro otra caja un poco más pequeña. Otra nota: <<Te hubiera gustado que estuviese aquí metido ¿verdad?>>. Ese egocentrismo me resulta familiar. Sigo desenvolviendo cajas hasta que llego a una de un tamaño unas 20 veces más reducido que el de la caja del principio. Hay una bolsa con semillas. No pone de qué tipo de flor son. Como era de esperar, otra nota: <<Las cosas pequeñas pueden llegar a ser grandes. Hazme un favor, en la bolsa hay tres semillas. Tienes tres oportunidades para hacer que crezcan y se vuelvan flores. Solo entonces descubrirás qué flor has plantado>>. Esto es de Alejandro, no cabe duda. Me entusiasma la proposición y entro en el juego. Tres semillas, ¿eh?

-Adiós, Jeil.
-¿Vas al apartamento de Alejandro?
-No, voy a la tienda que hay al volver la esquina. ¿Sabes si allí habrá tierra para plantar flores?
-Sí, allí hay de todo. Puedes decirle a Al...-no la dejo terminar.
-Me voy, tardo cinco minutos. Si llaman, levántate y coge el teléfono.
-A sus órdenes jefa.

Le saco la lengua en plan burla. No se da cuenta, sigue viendo la película y se está riendo a carcajadas en el sofá. Bajo al portón. No hace nada de frío y voy andando hasta la tienda. La gente por la calle va distraída. Unos hablan por teléfono, otros hacen el tonto, algunos corren apurados.
Igual que yo pienso cosas de ellos, ellos pensarán cosas de mí. No me importa su opinión, me importa la mía. Llego a la tienda y veo a la que parece ser la dueña, apunto de cerrar.

-¡Oiga!¡Espere por favor!
-¿Eing?
-Necesito algunas cosas, sólo será un momento.
-De acuerdo, pasa.

Cojo un saquito de tierra y me fijo en un macetero pequeño que hay junto al mostrador. Tiene un color verde agua intenso. Me recuerda al color de sus ojos. Lo cojo y decido comprarlo, total, tampoco es caro y las semillas me las ha regalado él.

-Gracias señora y disculpe las molestias.
-De nada, hasta otra jovencita.

Salgo. Corre un poco de brisa pero, es agradable. Me doy prisa en llegar al apartamento. Estoy casi llegando y de pronto pum. Un idiota se cruza en mi camino. Tira el saco al suelo y me está tuteando.

-Lo siento guapa, te lo compenso invitándote a una copa. Ven, será divertido.
-¿Qué tiene de divertido salir con un imbécil que no sabe por dónde va?-cojo el saquito y me voy.
-¿Dónde crees que vas?-me agarra del brazo, con fuerza.
-A mi casa, suéltame.
-Enséñame el camino y te acompaño, vamos, sé buena chica.
-¡¡Alejandro!!
-¿Y tú qué quieres ahora?Lárgate por donde has venido anda...
-Quiero que sueltes a esa chica de inmediato. Vamos, no quiero problemas.
-¿Eso quieres?Vale- me tira al suelo.
-Los animales como tú, deberían estar en el zoo.

El tipo se ríe e intenta darle un puñetazo a Alejandro en la cara pero, consigue frenarlo en seco. Ahora le está apretando la mano, la misma que ha conseguido parar.

-He dicho que no quiero peleas. Nos vamos a marchar y como se te ocurra molestar a esta chica, te las verás conmigo y esta vez no te vas a ir de rositas, ¿de acuerdo?

El tipo se aleja malhumorado, maldiciendo a no sé quién.
-¿Estás bien?¿Te ha hecho daño?
-No, no te preocupes, si no llega a ser porque estabas tú por aquí, no sé qué hubiera hecho. Que miedo...
-Has tenido suerte. Te he visto desde la ventana y he venido corriendo.
-Gracias.
-No las des, ahora deberíamos subir a curarte a esa herida de la rodilla, no para de sangrar.
-No hace falta, de verdad. No quiero molestar.
-No lo haces, venga vamos. Apóyate en mi hombro.

Subimos las escaleras despacio. Entramos en el apartamento. Tiene bocetos de dibujos y grafittis por la casa. Parece un estudio más que una casa. El botiquín está en el baño, vuelvo enseguida. Me siento en una silla con cuidado de no manchar nada y miro a mi alrededor. De pronto, un pequeño labrador color canela entra en la habitación. Aparece Alejandro.

-Ya veo que os habéis conocido. Andrea, este es Colins. Saluda Colins.

El perro me lame la cara y me olisquea. Es una monada y tiene los ojos azules.

-Súbete el pantalón.
-¿Qué quieres hacer?
-¿Tú qué crees?Sólo me he traído el botiquín para jugar a los médicos. Andrea, voy a curarte la herida.
-Es verdad, lo siento. Qué tonta.

Coge un algodón y le echa un líquido que no huele muy bien y que escuece bastante.

-Es para desinfectarla, no tardaré mucho.
-Tranquilo, no duele.

Me coloca una venda alrededor de la pierna y listo.

-Vaya, mucho mejor. Gracias.
-No hagas movimientos bruscos o volverá a sangrar.
-Oye, ¿y todos esos bocetos?¿Los has hecho tú?
-Sí.
-Son buenos.¿Hay alguna afición tuya que deba conocer?
-Camelo chicas a las que un matón intenta llevarse, las secuestro y luego pido rescates por ellas. El material de dibujo no es barato...
-Estás bromeando ¿no?
-¿Me ves cara de payaso?
-¿Tengo que responder?

Nos reímos a carcajadas. El perro se ha quedado dormido en mi regazo.

-Creo que debería irme. ¿Puedes quitar a Colins de mi regazo?Con cuidado, no quiero despertarlo.
-¿Ya?Quédate.
-No puedo. Tengo una cosa que hacer.Ya nos vemos mañana. Adiós.
-Adiós.

Salgo al pasillo que da a los demás apartamentos y decido volverme.

-Oye Alejandro, ¿las flores son de interior?
-Sí, pero, sácalas de vez en cuando para que les de el sol.
-Vale. Por cierto, esta vez, no te retrases.

Y ahora sí. Vuelvo a mi apartamento. Jeil viene como una loca hacia mí.

-¿Dónde has estado?Estaba preocupada por ti. Dijiste cinco minutos y has tardado sesenta.
-Han surgido algunos inconvenientes. Tengo que hacer algo.

Saco de la bolsa el macetero y pongo una de las semillas dentro. Luego, le añado la tierra. Cojo un poco de agua y se la echo. La dejo en mi habitación.

-¿Y esa maceta?
-Es mía.
-El color es muy bonito.
-Sí, me recuerdan a...
-¿A quién?
-¿Em?Oh, nada, nada, estaba pensando en voz alta.
-Ya, ya...

La echo del cuarto y me quedo sola. Miro la maceta fijamente. Tengo ganas de ver qué flor es. La paciencia se me agota muy pronto. No sirvo para estas cosas...Dirijo la vista ligeramente al macetero, ese color... el mismo de sus ojos. Me siento como una princesa que tiene un héroe que la salva de maleantes. Ya no me duele la herida, está perfectamente. Ni si quiera la noto. Miro el reloj. Se me ha echado el día encima.

martes, 27 de marzo de 2012

Capítulo 5.


Está todo oscuro. Me levanto de la cama y subo la persiana con los ojos entreabiertos. Hay algunos rayos de sol que se asoman tímidamente entre las nubes. Es un día de esos para quedarse todo el día en casa, con la chimenea. Pero, ni aquí hay chimenea, ni yo me voy a quedar en casa.
Jeil sigue durmiendo. Me da pena despertarla y le cierro la puerta para que no escuche el ruido. Preparo un café en la cafetera nueva. Añado dos terrones de azúcar y le doy un sorbo. Salgo al balcón. Recuerdo el final del día que tuve ayer. Después de aquello me acompañó hasta aquí, hasta mi casa. Dejamos que las miradas tomasen el control. Me abrazó, me sentí segura y se marchó. ¡Qué noche! Lo mejor estaba por llegar y tenía razón. Aquella chica de anoche, la misma que sonreía y se sentía especial era yo, sin tapujos, y tengo miles de fotos para demostrarlo...Las fotos. Regreso al salón y cojo la cámara. Empiezo a verlas todas y me paro en una, es la foto que me hizo en contra de mi voluntad. Por una vez en la vida, salgo bien. Una sonrisa natural y espontánea. Me gusta la foto. Sigo adelante y llego a la que es, sin duda, la mejor de todas. Es la foto en la que sale él. ¿Por qué no puedo dejar de mirarla?Vamos Andrea, concéntrate, es solamente una foto. Oportunamente, Jeil aparece como un fantasma detrás de mí, no porque me asustase, si no porque tiene mala cara, de dormida. Anoche salió y no volvió hasta tarde. Apago la cámara para que no vea las fotos pero, está bastante más despierta de lo que pensaba.

-¿Qué escondes ahí?Me encantan las fotos, ¡déjame ver!
+No, son solamente fotos de la lluvia de estrellas.
-Am, en ese caso no te importará que las vea...

Me quita la cámara y empieza a ver las fotos. El corazón se me acelera. Se queda embobada mirándolas pero, todavía no ha llegado a la foto en la que...

-¡Andrea!¡Andrea!¿Qué hace una foto de Alejandro en tu cámara?- me impacta bastante su reacción.
-¿Es que lo conoces?Pues nada me lo crucé y...
-¿Estáis saliendo?¿Te das cuenta de que estás saliendo con Alejandro?
-Jeil, déjalo. No me importa nada y no, no estoy saliendo con él.

Me voy a mi habitación y pego un portazo tras de mí. El sol se ha ido, así como mis ilusiones. Me tiendo en la cama y pongo la radio. Un poco de música pop para relajarme. Una vez más, tengo un montón de preguntas sin respuesta.¿Por qué Jeil habrá reaccionado así?¿De qué lo conoce?¿Qué querría decir con lo de que me tengo que dar cuenta de que estoy saliendo con él?¿Qué digo?¿Estamos saliendo?¿Pasará de mí la próxima vez que nos veamos?¿Habrá una próxima vez?¡Mierda Andrea, mierda! Hace frío fuera. No tengo ganas de salir hoy... Un baño de agua caliente no me vendría nada mal. Cojo un jersey de hilo azul de cuello a la caja, unas mallas marrones y unas botas de pies de oso para después. Dejo una toalla detrás de la puerta y la cierro con pestillo. Preparo el baño y coloco sales aromáticas en la bañera. Me desnudo, despacio, sin prisa. Me hago un recogido alto con el pelo. Un mechón asoma tímidamente hasta dejarse caer por mis mejillas. Meto el pie poco a poco en el agua. Temperatura perfecta y entonces...RING RING. Joder que susto. El teléfono fijo del apartamento ha empezado a sonar. Le grito a Jeil para que lo coja pero debe de tener los cascos puestos y la música a tope. No se entera ni a la de tres. El baño tendrá que esperar. Me lío en la toalla y salgo corriendo dejando tras de mí un rastro de gotitas de agua por el pasillo. Lo cojo rápido. Número desconocido, será...

-¿No sales hoy?-la perfección tiene mi numero pero, me hago la difícil, o eso intento.
-No lo sé. No hay nada interesante en la ciudad hoy.
-Yo estoy todos los días en la ciudad, soy lo más interesante. Los turistas vienen para conocerme.¿Qué creías, que venían para ver una estatua verde?Teniéndome a mí por favor...
-Eres de lo que no hay...
-Bueno,¿sales o no?
-Hace frío, me quedaré en casa, si quieres...
-¿Me vas a invitar a pasar la tarde en tu casa?
-Si me dejases terminar, sabrías que no es esa mi intención. Decía que si quieres mañana podemos quedar en algún sitio. Es domingo y seguro que no tienes planes.
-¿Estás segura?¿Sabes cuántas chicas querrían estar ahora mismo al otro lado del teléfono?Bastantes y no es un decir...Siéntete afortunada.
-Claro, ahora va a ser que me ha tocado el premio gordo.
-Todavía no he tocado nada.
-¿Todavía?No perdona, ni todavía ni nunca.
-No dirás eso el día en que estés locamente enamorada de mí o,a lo mejor, ese día ha llegado ya...
-No me hagas reír.
-Admítelo, te pongo nerviosa. Lo puedo notar en tu voz.
-¿Entiendes mucho de voces?
-Puede, toco la guitarra y el piano. Estuve cinco años en el conservatorio y tengo un grupo. Soy el vocalista.Si eso para ti es entender de voces, pues sí, entiendo de voces.
-¿Un grupo?No lo sabía.
-Sí, pero necesitamos una vocalista femenina.
-Si tengo un hueco en mi apretada agenda, podría ir a veros de vez en cuando y ya puestos, te dejo boquiabierto.
-¿No habías propuesto algo sobre quedar mañana?Pásate por el café que hay cerca de Central Park.
-¿El que tiene un cartel con luces de neón?
-Sí, ese. Tocamos allí a las 22:00 h. Te espero. Vas a tener el honor de entrar el camerino del bajista. Estarás dando saltos, me imagino.
-De acuerdo, allí a las 21:55 h.
-Bueno, que disfrutes de tu baño. Adiós.
-Espera, ¿cómo sabes que...?

Y cuelga. ¿Cómo sabe que voy a darme un baño?Este chico cada día me sorprende más. Mejor, la rutina me aburre y necesito emociones fuertes. Justamente, ahí. Cuando iba a ducharme, cuando estoy más tranquila, aparece un número oculto que resulta ser de un chico al que apenas conozco que está cambiando mi vida aquí radicalmente y que pone en descontrol mis sentidos. Hoy le ha tocado a mi voz y al gusto. El gusto porque me está empezando a gustar su manera de actuar. Dejo de pensar en su llamada y me encierro en el baño de nuevo. Bajo la persiana y cierro la ventana, por si acaso. No espero más y me sumerjo hasta la barbilla, quizá un poco más. Hago burbujas con el jabón y canto canciones absurdas mientras lo pongo todo perdido de agua. Me siento a gusto, en mi salsa. Tras media hora en la bañera, con los dedos como pasas y más relajada que nunca, salgo. Me seco bien el pelo con la toalla. Hay un secador, pero no me convence la idea. Lo peino con delicadeza. El peine arrastra tras de sí los enredos que son pocos. Unos pocos pelos caen al suelo. Los recojo y los arrojo a la papelera. La ropa interior es la más normal del mundo, blanca con encajes. Me visto despacio. Abro la puerta y entro en la realidad. Voy a la cocina a prepararme un sandwich y Jeil aparece apoyada en la barra de la cocina.

-¿Con quién hablabas? Salí antes y cuando he vuelto iba a llamar a una compañera y he visto que la línea estaba ocupada.
-Se habían equivocado-si le dijese que era él, provocaría una explosión en ella.
-¿Equivocado?En tal caso, ¿por qué te has pasado veinte minutos hablando con un desconocido?
-Parece que lo tienes muy controlado. No te preocupes, no era importante-para ella no lo era-¿dónde habías ido?Apenas he notado que no estabas...
-Mientras te bañabas salí a pedirle azúcar a Alejandro. Le conté lo que me habías dicho y se rió. Le dije que te estabas bañando y empezó a interesarse. Me pidió el número de teléfono del apartamento para localizarte.¿Te ha llamado ya?
-No...-mentiras y más mentiras.

Me quita el sandwich de la mano y se sienta en el sofá a ver una película de dibujos animados. Es una vaga y una cotilla pero, es divertida. Me grita algo desde el sofá.

-Ya sé que es él el que te ha llamado,¡no soy tan tonta como parece!¿Me has oído?

La oigo perfectamente pero, aún así, me hago la sorda y la ignoro. Paso por delante y me intenta impedir el paso poniendo la pierna en horizontal, pero paso por encima como si nada. Me mira molesta pero, no puede aguantarse la risa y estalla en una carcajada. La miro y le sonrío simpáticamente. Después, me aparta para poder seguir viendo la película. Me siento en un sillón que hay junto a la ventana. Tengo esa manía, siempre junto a la ventana. Me quito las botas y pongo los pies arriba, tengo unos calcetines bien gordos así que no me preocupa el frío. Me da por mirar al edificio que hay enfrente. Y entonces lo veo. Está allí, tan tranquilo. Alejandro. Miro otra vez porque no me fío de mis ojos en días así. Por una vez, todo lo veo claro. Vive a medio minuto de mí, y no me había dado cuenta hasta ahora. La ventana de la cocina tiene vistas de primera fila a mi baño...



sábado, 10 de marzo de 2012

Capítulo 4.

Ahí viene, 5 minutos tarde... y eso que le dije a la mujer que le dijera que no se retrasase. Bueno, 5 minutos más que menos, tampoco ha cometido ningún delito. Parece agotado pero, está bastante arreglado para la ocasión. Debería haberme puesto otra cosa. Quizá debería volver al apartamento a cambiarme, con suerte, a lo mejor todavía ni me ha visto. ¿Qué digo? Si hasta le he hecho señas con la mano, no hay marcha atrás. Me toco el pelo disimuladamente para comprobar que todo está en su sitio. Perfecto, ahora sólo miraré hacia otro lado y a ver qué hace...

-Siento el retraso, un fallo técnico con el reloj.
-No pasa nada, ni me había dado cuenta de la hora que era-una mentira inocente.
-Te he traído algo -coge la agenda y me la da- supongo que era a esto a lo que te referías con “algo que me pertenece”.
-¡Mi agenda! Menos mal que fuiste tú el que la encontró que si no...Gracias.
-Me ha sido de mucha ayuda, gracias a ella, conseguí mi pasaporte para contactar contigo.
Me sonrojo y me quedo mirándolo un rato. Habla y habla pero no puedo escuchar lo que dice.
-¿Andrea?
-¿Sí? Perdona estaba distraída,¿qué?-quedando en ridículo una vez más.
Se ríe y me despeina.
-Te decía que si querías venir a dar una vuelta por la ciudad, hoy hay un desfile y...
-¿Un desfile? Estupendo, me encantan.

Me va a llevar a un desfile de moda,¿qué más puedo pedir? Nueva York es famosa por sus desfiles. Sus largas pasarelas llenas de modelos con tallas perfectas y ropa impactante, fotógrafos, famosos y paparazzis.
Estamos un rato más en la terraza. Es casi mediodía y tengo hambre, la verdad. No se lo digo. Bajamos y pide un taxi. Miro hacia arriba antes de montarme y luego nos vamos.

-No entiendo por qué son amarillos los taxis aquí, en Nueva York.
-¿En España no lo son?
-No, son blancos normalmente. Me deprimen bastante.
-El amarillo es un color muy alegre, por eso escogerían este color. Nueva York es una ciudad que nunca duerme y que siempre está de fiesta. Lo comprobarás esta noche.

¿Esta noche?¿Qué habrá querido decir?¿Es una indirecta para decirme que quiere pasar el día conmigo? No, no. Seguro que lo dice porque escucharé ruido cuando me acueste a dormir. El taxi para frente a un edificio enorme. Insisto en pagar una parte del viaje en taxi pero, Alejandro, no me deja. Se adelanta y lo paga todo él. Me guiña el ojo.

-Gracias caballero.

Una vez en la acera, veo que hay mucha gente en la calle. ¡Qué tonta! Se refería a un desfile de cabalgatas y gente disfrazada, no a un desfile de moda. Ya me extrañaba bastante que Alejandro me llevase a uno de esos sitios. La verdad es que no me disgusta tampoco la idea. Es increíble el colorido, las formas y los disfraces. Hay confeti y serpentinas por todos lados. Mi pelo, es uno de esos lados dónde ha ido a parar pero, no me importa en absoluto. Nunca me lo había pasado tan bien en un desfile. Alejandro me mira satisfecho y yo le devuelvo la mirada acompañada de una sonrisa de oreja a oreja. Estoy feliz. Me siento como una niña y no quiero que este juego se acabe. Pasa un carrito de perritos calientes junto a nosotros. No puedo evitar la tentación y mis ojos se posan en él. Mi tripa ha notado la presencia de comida y lo demuestra emitiendo un fuerte ruido. Con el alboroto que hay, no lo habrá escuchado nadie. Se aleja y parece que mi tripa se calma.

-¡Ahora vengo!

Es Alejandro que parece que me ha dicho algo pero, no me entero de nada. Asiento con la cabeza y veo cómo se aleja. Lo sigo con la vista unos segundos y después lo pierdo entre la multitud. Habrá entrado en algún restaurante para usar el baño. Sigo mirando el desfile un buen rato. Ni rastro de él. ¡Ahí está! No, no es él. Se le parece bastante pero, no es él.

-Me ha costado mucho encontrarte entre tanta gente, siento la tardanza-su voz dulce se acerca a mi oído y un ligero cosquilleo sube por mi espalda- Dime, ¿tienes hambre?
-Un poco, la verdad- en realidad, bastante pero, no quiero parecer descarada.
-Estupendo, he comprado perritos, uno para ti y otro para...

No le doy tiempo a terminar la frase. Tengo tanta hambre que no lo resisto y cojo el perrito.

-Para mí...Respira Andrea, no quiero que el desfile sea interrumpido porque venga la ambulancia a por ti.

No puedo parar de reír a la vez que me siento idiota por haber cogido el perrito de esa forma. A Alejandro no parece importarle. Él también ha empezado a atacar su perrito vorazmente. Ha acertado de lleno. Un chorrito de mostaza, justo como me gusta. Estaba delicioso.
Imaginaciones mías. Las 19:00 h. He pasado todo el día con él. El cielo se está apagando y ahora estamos sentados en un banco mirando a la Dama de la Libertad. Es una preciosidad.

-Ha sido un día para recordar- me atrevo a decir interrumpiendo el silencio.
-¿Ha sido?Te equivocas. Lo mejor está aún por llegar.
-¿Hay más? No sé si voy a poder soportar algo más, estoy agotada.
-Podrás.

Entramos a un local a comer algo y a reponer fuerzas. Miro la carta y no hay nada que me llame la atención. Pido una ensalada césar y una botella de agua. Él, en cambio, pide una hamburguesa con queso y patatas fritas. Para beber, una Coca-Cola sin hielo. Durante la comida hablamos y hacemos bromas. Nos reímos y pedimos un postre para dos. Tomo varias cucharadas. No puedo más, pero Alejandro se lo termina por los dos. Insisto en pagar, una vez más, una parte pero, él no parece dispuesto a cambiar de opinión y paga él. Salimos y se para en una tienda de manteles. Compra uno de color caramelo.

-¿Para qué es ese mantel?
-Lo entenderás todo cuando lleguemos a un sitio.
-Bueno, pero no me lleves a sitios raros...
-¿Qué? ¿Te he llevado a algún sitio raro hoy?-niego con la cabeza-Ya decía yo...


La ciudad es muy distinta. El ambiente del día es distinto al de la noche. Por el día solamente hay funcionarios que van de un lado a otro. Por la noche,hay gente de todo tipo: millonarios en limusinas blancas y negras, una banda de colegas que han salido a darse una vuelta y a tomar algo, un tipo que acompaña a una chica hasta su portal y que espera que esta lo invite a subir, chicas ligeras de ropa que paran a algunos tipos con aspecto de ingenuos pero, con dinero, por la calle.Pasamos por delante de un restaurante. Hay una pareja sentada en una mesa junto a la ventana. Ella parece reír contenta y él no deja de mirarla a los ojos. Se nota que se gustan mucho. En la otra acera veo a un agente de policía arrestando a un ladrón de bolsos. Hay gente en el suelo, bajo cartones, que pide dinero o algo de comer. Es triste ver las diferencias entre los habitantes de la ciudad. Unos son tan ricos que tienen limusina propia y, otros, son tan pobres que no pueden permitirse ni un coche de juguete. Alejandro se ha dado cuenta de lo que pienso. Él también parece algo triste. Esconde algo, y puedo notarlo. De pronto, me da la mano y salimos corriendo. Hace frío pero, nosotros tenemos calor. Esta noche, vamos al contrario del mundo.
Nos detenemos en un parque. Hay más gente tumbada en el césped sobre manteles. Ahora lo entiendo. Extendemos el nuestro sobre una colina que hay detrás. Hay muchísimas estrellas.

-Tienes que estar atenta, está a punto de empezar.
-¿Empezar el qué?

Una lluvia de estrellas fugaces sobre vuela el cielo. Todo el mundo tiene la boca abierta y los ojos cerrados. Piden deseos. Yo también lo hago. Increíble.

-¿Has pedido un deseo?
-¿Uno nada más?¡He pedido uno por cada estrella que he visto! Pero no para mí, no quiero ser egoísta. Para mí, solamente uno.
-¿Cuál es ese deseo?
-Si te lo dijese, no se cumpliría- sonreímos.
-¡Mira esa!Es enorme, ¿verdad?

Ahora empiezo a notar el fresco de la noche. Tengo frío y él lo ha notado. Me abraza. Mi corazón late deprisa y yo puedo escuchar el suyo latir, fuerte pero sereno. No creo en la magia, pero todo esto, no puede ser otra cosa que un hechizo del destino. Nuestras caras se acercan, despacio, con suavidad. Los párpados van bajando lentamente. Las mejillas se rozan y los labios siguen los pasos de estas. Estoy nerviosa pero los nervios se me pasan enseguida. Nos hemos besado, nuestro primer beso, el primero para mí también. Mi deseo se ha hecho realidad bastante rápido y no puedo hacer otra cosa que disfrutarlo mientras dure.


Capítulo 3.



-¡Alejandro!¡Alejandro!
-¿Qué quieres ahora Derek?¿No has visto la hora que es?
-Quizás el que no ha visto la hora eres tú.
-Joder las 9:00, papá me va a matar.
-Controla ese vocabulario y baja a desayunar, papá y mamá no están de humor.
-Que redicho eres Derek, enróllate de vez en cuando y cambia esa actitud.

Derek es mi hermano mayor. Bueno mayor por sólo unos minutos. Él se llevó esos minutos de ventaja que me restriega tantas veces cuando hago alguna de las mías pero, se ve a la legua quién se ha llevado la belleza de los dos. Pobre, le digo varias veces que nos haga un favor, no solamente a mí, a toda la casa y al resto del mundo si puede ser, poniéndose una bolsa de papel en la cabeza. Después de que le diga esto, se pone como una fiera y no hay quien lo pare. Aunque se lo diga, el chaval está bien y no es tan molesto de ver, es más, tiene un lado adorable.¿Qué digo? Es mi hermano y no debería darle tanta coba, con los minutos de ventaja, ya tiene bastante.

Bajo a desayunar a toda prisa. Mis padres no son de esos que tienen un día completo para estar con sus hijos y el desayuno es uno de esos momentos en los que nos hacen un hueco, no me gusta desaprovechar oportunidades, además, tengo algo muy importante que comunicarles.

-Bueno días mamá-mi madre me besa en la mejilla-Hola, papá.
-Por fin has parecido,¿qué tal has dormido hijo?
-Bien, gracias, el colchón nuevo es estupendo-miento, preferiría dormir en el sofá cama.
-¿Dónde te metiste ayer?Estuvimos llamándote al móvil y no contestabas.
-Cierto, te perdiste una estupenda cena con los Rodríguez.
-Lo siento, se quedaría sin batería-lo vuelvo a hacer, lo apagué yo intencionadamente-seguro que hay más oportunidades para cenar con ellos.

Mi padre me echa una mirada amenazante. No le ha gustado esa expresión y no quiere que la repita. Capto la indirecta. El sr. Rodrígez es el jefe de mi padre. Se cree divertido y fuma como un camionero. Resulta asfixiante el olor a tabaco que trae siempre y esa sonrisa amarillenta que brilla menos que su calva. Se casó por cuarta de vez con una mujer odiosa que sólo busca dinero pero, que según ella, está muy enamorada de su marido. Tienen una hija más odiosa que su madre. No me deja en paz y me atosiga todo el rato. Me persigue y una vez la encontré espiándome mientras me vestía en el cuarto de baño. Aquí llega Simón con el café.

-Simón, ¿puedes servirme un poco de café por favor?
Simón forma parte del servicio. Mis padres la contrataron cuando tenía 18 años. Yo solamente tenía 6 y estaba prendado por ella pero, los años no perdonan y ahora creo que es ella la que está prendada conmigo. No se lo tengo en cuenta porque son mis imaginaciones. Está casada y encima, tiene 4 hijos. La pobre mujer no ha perdido el tiempo. Lo que más me gusta de ella, es que sigue trabajando con nosotros después de todo aunque haya tenido millones de oportunidades para irse. A mí y a Derek nos trata como si fuéramos todavía unos niños pero, es normal que la pobre mujer lo piense...En cambio, a Samanta la trata mejor que quiere. Es su ojito derecho. Si tuviera que salvar a uno de nosotros tres, no se decantaría, nos quiere demasiado. O eso creo.

Samanta es mi hermana pequeña. Pequeña de edad, porque en inteligencia y corazón nos gana a todos. Está en 2º de secundaria y saca unas notazas. No es porque sea mi hermana pero, ha salido a mí. Más quisiera yo parecerme un poco a ella en ese tema. Aún no entiendo cómo puede sacar esas notas, sabiendo que la mayoría de las tardes abre un poco el libro, se lee un par de veces la lección y luego hace los deberes en unos 30 minutos mientras que yo tardo toda una tarde. Después merienda y se va a su habitación a parlotear con sus amigas sobre un tal Marcos. Lo sé porque su habitación está junto a la mía y no es que mi hermana tenga un tono de voz bajo. Consigue todo lo que quiere con esos ojos de niña buena y esa cara de no he roto nunca un plato. Así consiguió a Wilfredo, nuestro perro. No entiendo muy bien todavía por qué le puso ese nombre pero ella es la dueña legalmente y sus motivos tendrá. Lo recogimos siendo un cachorro. De todos los perros de la perrera mi hermana se fijó en el más enclenque. En realidad, entiendo perfectamente a mi hermana, era el único que no paró de ladrar desde que entramos en la perrera. Me rompe las zapatillas, me esconde las pelotas de béisbol y siempre se pone bajo mi cama. Después, encima, si le piso el rabo por la noche cuando voy al baño con los ojos cerrados, se queja y ya tengo a mi hermana en la habitación echándome el sermón. No sé cómo lo hace pero, siempre acabo siendo yo el malo de la película. Wilfredo es nuestro perro y como tal, siempre ha sido fiel y nos ha llenado la cara de babas cuando más lo necesitábamos. Incluso cuando mis hermanos y yo discutimos, siempre empieza a ladrar para que paremos. Es genial, se parece a mi hermana en ese sentido. Hablando de la reina de Roma, por ahí viene.

-¿Todavía estáis todos en pijama?Hace un día estupendo para ir a navegar,¿qué os parece?
-No podemos cielo, tenemos unos asuntos que resolver. Otro día quizás.
-Papá, es domingo...¿no podrías olvidarte de los asuntos por un día?
-Samanta, no, esta vez no.
-Sam, para, ya has escuchado la decisión de papá-mi hermano siempre le hace la pelota a papá.
-Papá yo también tengo que preguntarte una cosa...-me lancé al mar de tiburones.
-Lo siento hijo, se hace tarde y tenemos que coger un avión, espero que disfrutéis del día.

Mamá me mira apenada pero, seguidamente, coge el bolso y la maleta y sale tras papá. Ojalá no estuvieran tan ocupados.

-Bueno, os dejo desayunar tranquilos, voy a llamar a Claudia para ver si quiere quedar hoy.

Claudia es la novia de mi hermano. Un caso aparte.

-Yo ya he terminado. Simón, ¿voy a salir vale?Había quedado unas amigas, ya que sabía que lo de navegar no iba a salir bien. Hasta luego Alex.
-¿Te ayudo a recoger Simón?
-No te molestes Alejandro, vete a dar una vuelta por la ciudad.
-Eres un Sol.
-¡Ah! Por cierto te han llamado hace un rato al teléfono móvil. Una tal Andrea Domínguez. Dice que te espera en tu rincón de Nueva York a las 12:00 y que no te retrases.No ha dicho nada más y me ha extrañado que...
-No te preocupes Simón. Parece que alguien se ha quedado con ganas de mí. Adiós.

Subo a mi habitación. Me preparo con calma, es de caballeros hacer esperar. Me tumbo a escuchar música en la cama. Beautiful, esa palabra va perfecta con su cara. ¿Qué digo? No le llega ni a la suela del zapato. Ella es mucho más que beautiful. Cierro lo ojos, por un rato no pasará nada, todavía son las 10:00. ¡Mierda! ¡Las 11:45! Encima se me ha arrugado la camisa. La llamaré y le diré que llegaré más tarde. La terraza está muy lejos de aquí y no tengo quien me lleve.
Haré lo que pueda y no le diré nada. Una vez allí ya me inventaré alguna escusa.


Cojo la agenda.Salgo por la puerta corriendo, por lo menos voy presentable y las arrugas de la camisa han desaparecido.

-¡TAXI!-para uno, por suerte, a la primera.
-¿Dónde le llevo?
-A Central Park, por favor. Tengo prisa.

El tipo pone el contador en marcha. Mira por el espejo retrovisor una y otra vez pensando que no me doy cuenta de nada. Por fin, se digna a hablar.

-Oiga,¿usted no es...?
-Siento interrumpirle pero, hemos llegado y tengo mucha prisa. Gracias por todo, aquí tiene y puede quedarse con el cambio.
-¡Gracias chico!

¿Me habrá reconocido realmente?Da igual, no estoy para pensar en esas cosas. Tengo que atravesar todo el parque en cinco minutos y después subir los 200 peldaños de las escaleras del edificio.¡Misión imposible! Como mi abuela dice, nada es imposible si crees que no lo es, así que seremos positivos por un momento. Corro por todo el camino y siento que la gente me mira con cara rara, pero, me divierte pensar que creen que soy un ladrón que está huyendo de la policía. Si ellos supieran que estoy a punto de superar una mínima del atleta más rápido del mundo por una chica a la que apenas conozco, seguro que se reirían mucho más. Llego sano y salvo. Allí está, apoyada en la barandilla. Me ha visto y me hace señas con la mano. Cojo aire y voy a su encuentro.

Capítulo 2.


Las 8:30, un día de verano.Tan temprano y ya están llamando a la puerta.
-¡¿Quién es?!
-Soy el casero, abre la puerta Andrea.
Lo que me faltaba, una buena bronca matutina.
-Te presento a tu nueva compañera, Jeil.

Aparece ante mí una chica pelirroja, con la cara llena de diminutas pecas que no se hacen de notar, pero que están ahí. Tiene los ojos claros, marrones miel. Su piel es color caramelo. No parece mala chica.

-Encantada, soy Jeil Limster. Siento molestarte, ¿te hemos despertado?
Mentiría si dijese que no, pero no quiero parecer una borde el primer día.
-No, ya llevaba un buen rato despierta, dando vueltas en la cama, no te preocupes-sonrío como si nada a pesar de mi mal despertar.
Sonríe.

-Os dejaré aquí solas para que os vayáis conociendo mejor, hasta luego chicas -deja las maletas en la puerta y se marcha por las escaleras.
-Bueno, ¿por qué nombre te llaman?- me pregunta un tanto apurada.
-Soy Andrea Domínguez, un placer.

No era ningún placer tener que compartir el piso con una absoluta desconocida pero, hay que aguantarse.
-¿Eres de la ciudad?
-No, soy de España, he venido aquí para terminar mis estudios.
-Yo soy de Australia, me aburría allí y decidí venirme a Nueva York un tiempo. Y aquí estoy.
Parece distraída mientras revisa todas las cosas de la maleta y me cuenta su vida. Le enseño el apartamento. Está un poco desordenado pero, no hace daño a la vista. No esperaba visitas de ningún tipo y menos a estas horas. Parece contenta con lo que ve.

-Tu habitación es esa de allí, al fondo a la derecha.
-¡Fantástico!Es bastante amplia y luminosa.¿Seguro que no te importa que me quede yo con esta?
-Sin problemas, ponte cómoda.

Coloca la ropa en el armario. Parece un poco maniática con el tema del orden. Los calcetines en un cajón, la ropa interior perfectamente colocada en otro, la ropa de verano a la vista y la ropa de invierno en los cajones de la cómoda.
Guarda algo en uno de los cajones de la mesita de noche, no consigo ver bien el qué. No me interesa demasiado y me voy al salón. Pongo la tele, nada. Cojo un zumo de la nevera y salgo al balcón. Hoy va a hacer buen tiempo. Cielo despejado, sol radiante y muchos sitios todavía por ver claro que...no conozco a nadie de aquí. Bueno en realidad sí pero, no, es una tontería ya ni se acordará de mí. Veo algo en el suelo, me agacho y cojo una pulsera con un nombre grabado “John”.



-Jeil, ¿es tuya esta pulsera?
-¡Ah! Menos mal que la has encontrado, pensaba que se me habría caído viniendo hacia aquí.
La coge y se la coloca en la muñeca. Parece aliviada y ahora sonríe.
-El nombre de la pulsera...
-No es lo que crees. Es mi hermano, John. Murió hace dos años en un naufragio. Me la dio antes de irse y él tenía otra idéntica con mi nombre. Un regalo de cumpleaños. Oye, gracias por encontrarla.
-No hay de qué. Estaba en el suelo y he pensado que sería tuya. Ya veo que no me equivocaba.

Desayunamos un poco. Le cuento el día que pasé ayer y parece bastante interesada en mi historia. Me pregunta si me ha llamado o no. Le respondo que no y se apena. No sé qué esperaba, son nada más que las 9:15. Según Jeil, tiene que salir a hacer unos recados y a recoger unos paquetes en correo pero, en realidad, va a recorrer toda la ciudad. Nos espera un largo día. Jeil coge su bolso, las llaves del apartamento que van junto con las de una Vespa y un llavero, y sale a la calle tras haberse asegurado de que la pulsera está bien cerrada y perfectamente colocada en su muñeca.

Pienso en el día de ayer. No estaría mal repetirlo pero, no sé cómo contactar con él. Da igual. Recuerdo el momento de la llamada, me pilló por sorpresa...¡Ya está! ¡La llamada! Seguro que tengo el número grabado en el móvil. Parezco una niña pequeña. Me da igual, la verdad. Cojo el teléfono y me llevo una gran desilusión al escuchar la voz de una mujer.

-¿Diga?
-Hola, ¿está Alejandro?
-Ahora mismo no puede ponerse al teléfono, pero puede dejarme el recado a mí.
-De acuerdo...-no me convence mucho pero se lo doy- dígale que lo espero a las 12:00 en su rincón especial y que, por favor, que no se retrase. Tiene algo que devolverme.
-Estupendo, yo se lo digo.
-Muchas gracias, adiós.

Cuelgo. Voy al baño y me doy una buena ducha. Regreso a la habitación y empiezo a rebuscar entre la ropa. Esto no, esto ni hablar, puede servir...¡Perfecto! Un vestido veraniego con manga ligera. Es perfecto. No me maquillo. Me gusta ir natural. Antes de salir, miro el día que es hoy en el calendario: martes,13. No me molesta. Cierro la puerta y bajo las escaleras hasta llegar a la puerta del edificio. Tengo tiempo y decido ir caminando hasta allí. Nunca había estado tan nerviosa,¿qué dirá él cuando reciba el recado?















Capítulo 1.



1


Aún no sé por qué yo seguía intentando arreglarlo todo, quizás porque estaba demasiado enamorada para darme cuenta de que él me trataba como su juguete y que no había otro motivo por el que me quería sino por divertirse un rato y probar nuevas optativas, nada más. Me llamo Andrea, y este es el error más grande que he cometido en mi vida.
El verano pasado estuve en Nueva York de vacaciones. Culparía a mis padres por llevarme a aquel estúpido viaje pero, ellos no sabían que esto podía pasar. No tienen la culpa de nada. Pensaba quedarme en la ciudad unos días, yo sola. Mis padres salían mañana con el primer avión pero,como en todos los viajes, habían planeado la misma ruta turística de siempre, solamente cambiaban la ciudad, los nombres de los museos y algún que otro monumento. Por lo demás, todo seguía siendo igual: el tráfico, el calor sofocante, el conductor del metro con su vocecilla particular detallando cada fecha, un niño que llora y el típico adolescente con sus cascos, zapatillas de deporte, pantalones anchos y una mirada escondida tras una gorra de NY. No sé, puede que no fuera el típico adolescente que yo pensaba. A saber cuántos rolletes distintos tenía por ahí, en cuántos líos estaría metido y cuántas noches habría tenido a sus padres despiertos hasta las siete de la mañana sin respuesta. Pero detrás de tanta rebeldía tendría que haber algo que lo motivase.
Cuando llegamos a la estación de metro, él cogió una bolsa de camuflaje, se la echó al hombro y salió con fuerza pegándome un empujón. Me había equivocado. Era un adolescente más. Por lo menos tengo el brazo en su sitio. Dejémoslo pasar. Hay algo que nunca olvido llevar en nuestros viajes: mi cámara. Me gusta inmortalizar cada rincón por el que pasamos y después inventar alguna historia que acompañe a la foto en mi álbum de recortes.La madre naturaleza me llama. Les sugiero a mis padres que me esperen un momento en una cafetería con un aire acogedor que hay en frente de la estación. Me piden que me de prisa. Esperan ver la ciudad en tan solo medio día. No funcionan los servicios y voy a los del metro. Bajo corriendo las escaleras del metro y entro en el servicio de caballeros por equivocación. No hay vuelta atrás, no puedo aguantar más. Ahora le doy las gracias a la azafata de vuelo por traerme tantos refrescos...
Me siento y empiezo a mirar a mi alrededor. Las paredes están llenas de nombres, corazones, insultos y tachones con rotulador permanente. Me pregunto si Gina y Jorge aún seguirán juntos y si Joana habrá dejado de ser una prostituta. ¿Qué ha sido ese ruido? Alguien ha entrado en el servicio de al lado. Me mantengo callada para no ser descubierta. Parece que llora y que tiene ganas de gritar. Lo entiendo, ahora mismo yo también tendría ganas de gritar y de salir corriendo. Me pica demasiado la curiosidad y me quedo un rato más a escuchar. Parece preocupado por algo y cree que está solo en aquellos escasos metros cuadrados. Ingenuo, si él supiera...Es la señal. Va a salir ya. Abre la puerta y se queda un rato mirándose en el espejo.

-Seas quién seas, sé que estás ahí, así que ya puedes salir. Hace rato que he notado tu presencia ¿o acaso me ves cara de tonto?
-Lo siento, es que me daba vergüenza salir...-no sé muy bien por qué le contesté, pero lo hice.
-Ostias, me parece que alguien no tiene muy claro que miembro genital tiene ¿no?
-Mira, nos ha salido gracioso aparte de imbécil...
-No te enfades que solamente era una broma. Nos vemos.

Se rió y salió corriendo. Su cara me resultaba bastante familiar, bueno lo que se podía apreciar de ella...¡Ya está! Es el chico que me empujó en el metro. Si lo hubiera reconocido antes le hubiera ajustado las cuentas. Encima, he perdido mi agenda, a saber dónde está...
Me he retrasado más de la cuenta. Mis padres estarán como locos preguntándose dónde estoy y preguntando por la calle en un idioma medio hablado si me han visto. Llego sin saber cómo a la cafetería y puedo comprobar que conozco lo bastante bien a mis padres...

-Papá, mamá, estoy aquí.¿Nos vamos ya? Aún queda mucha Gran Ciudad por ver.
-¡Lorenzo!¡Lorenzo! ¡Está aquí!¡¿Dónde se supone que has ido, al servicio de España?!
-Mamá, no exageres. He tenido algunos inconvenientes para encontrar el baño.
-Está todo bien ya, dejadlo tal cual. Luisa, si no nos damos prisa, no llegaremos a la visita guiada del museo.¿Vamos, mis queridas damas?
-¡Papá, me prometiste que dejarías esas bromas en casa! Jajaja

La verdad es que mis padres son los mejores. Estarán un poco locos pero me comprenden como nadie. Su ruta turística por un día me ha sido de gran ayuda, ahora estoy más o menos ubicada en la ciudad y me puedo desenvolver bien por sus calles. Nueva York es estupenda. Tiene una parte rupestre y una parte urbana. Hubiera preferido que mi nuevo apartamento estuviera en la parte rupestre para librarme del tráfico y del ruido que no me permiten prepararme como yo quisiera para los exámenes pero, mis padres han pensado que estaría demasiado alejada de la ciudad y que me costaría más llegar a la universidad desde allí. El apartamento tiene algunos desperfectos aunque no me importa, no hay nada que un buen fontanero y un buen electricista no puedan arreglar. Mis padres se han puesto a llamar al casero y le han echado la bronca. Pobrecito, sé lo que son las broncas de mis padres y no son nada agradables. Me da un poco de pena despedirme de ellos esta noche aunque me alegra haberme independizado al fin. Todavía quedan dos meses antes de que empiece la selectividad y yo estoy deseando estrenar mi cámara nueva en una ciudad completamente desconocida para mí.
Parece que el destino no está de mi parte. Tras dejar a mis padres en el aeropuerto después de abrazos, besos y largas, largas despedidas, mi madre ha conseguido soltarme al fin pero, no creo que hoy sea un buen día para caminar por la ciudad. Ha empezado a llover y yo no veo nada por mucho que le de a los parabrisas. Los cristales están empapados por las gotas de lluvia. ¡Allí hay una estación de servicio! Pararé a repostar y luego me tomaré un café, a ver si así me despejo.
Para ser una gasolinera, está bastante coqueta. Al fondo hay un chico misterioso. No consigo verle la cara pero, al parecer, está viendo un partido de fútbol americano. Me acomodo en una silla de madera recientemente colocada allí. Aún huele a madera recién barnizada. Saco un libro del bolso: los misterios de Evelin. El chico se ha dado la vuelta. Es rubio de ojos castaños. Piel delicada y sonrisa picarona. Está intentando ligar con la dependienta. Ella se resiste pero al final le da su número de teléfono. El chico vuelve la vista atrás, la mira y le dice adiós. No la llamará. Solamente quería probar sus dotes masculinas. Entra alguien seguidamente. No me entretengo en mirar quién es y sigo leyendo. Pide un batido de chocolate, demasiado infantil aunque tentador. Me paro un momento y siento como el corazón se me acelera. Conozco esa voz, no hace mucho que la he escuchado. Es él otra vez. Me ha reconocido y ahora está sentado en una mesa cercana a la mía. Le ignoro y me hago la ingenua aunque me cueste. Me están llamando. Que raro, es un número desconocido y no se quién puede ser. En casa es muy temprano todavía. Decido cogerlo porque no hay nadie en la sala y además, él parece que ha desaparecido.

- ¿Diga?
-¿Has decidido ya qué miembro genital tienes?
-¿Te importa tanto?- aquella equivocación sólo me vio cometerla una persona y seguro que es la misma que tiene mi agenda.
-Puede. Me gustaría quedar contigo fuera de aquí,¿te apetece?
-¿Por qué debería ir contigo?
-Porque no tienes nada mejor que hacer y ,encima, lo estás deseando.

Aunque me costase admitirlo, tenía razón. Estaba demasiado intrigada en su aspecto misterioso y la vida que se escondía detrás de él.
-De acuerdo, ¿a qué hora y dónde?- acepté sin poder resistirlo- Soy nueva, no conozco mucho esto pero tampoco soy fácil de impresionar.
-Lo conseguiré. Te espero en la puerta para que no te pierdas.

Colgó el teléfono. Pagué el café y me quedé contemplando aquel lugar por unos segundos. Nunca pensé que aquella pequeña y coqueta gasolinera, fuera el principio de algo tan grande.
Seguía lloviendo, cada vez con más fuerza. No se veía nada, ni si quiera de cerca pero, entonces, pude distinguir una voz serena entre tanto caer de gotas. No podía ser otra persona, allí estaba, esperándome tal y como me había dicho. Estaba apoyado en una moto negra como la noche. Un nombre en letras metálicas podía distinguirse entre las gotas de lluvia: Leticia. No sé por qué estoy haciendo esto, vamos Andrea, acabas de conocerlo y no sabes ni cómo se llama. Mis pensamientos se ven interrumpidos.

-Estás helada, no deberías poner en juego tu salud con tal de ir provocando así vestida a la gente.
-¿Me lo está diciendo el que va de rapero sin serlo?- no debí decir eso.

Un silencio nada acogedor y bastante incómodo. Hago ademán de irme pero, él se ha acercado y me tiene cogida por la mano. No parece dispuesto a ceder.

-Todavía no te he enseñado la ciudad. Monta en la moto y vámonos o llegaremos tarde.
-¿En la moto? Ni hablar, voy a coger una pulmonía. Además, ¿llegar tarde a dónde?
-Es una sorpresa, confía en mí o ¿acaso tienes miedo?

En realidad no era eso lo que temía. Al fin y al cabo, soy la primera que se pone a dar carreras de un lado hacia otro sin parar cuando empieza a llover. Lo que temo es montar en moto.

-No seas tonta, son sólo gotas de agua. Yo te presto mi chaqueta si quieres.
-Te veo muy interesado en llevarme atrás en la moto.
-¿Quieres ir delante? Por mí no hay problema. Ahí tienes las llaves.
-El caso es que no quiero ir en moto contigo porque viendo tu actitud, sé que eres un bruto.
-Mi querida niña, no sabes con quién estás hablando.
-¿Cómo voy a saberlo si ni siquiera me has dicho tu nombre?
-Alejandro, ahora que ya lo sabes, sube a la moto. No tenemos mucho tiempo y tendré que ir más deprisa por tu culpa.
-Acabemos cuanto antes.

Me monté en la moto sin pensármelo otra vez, sin saber dónde me llevaba Alejandro y con las piernas inmóviles. El motor rugía seguro. Una vez en marcha, todo era distinto...tenía esa sensación
diferente, entre miedo y libertad. Por fin me sentía viva sin saberlo.
La calle estaba empapada por los charcos provocados por la lluvia. No había muchos coches en la calle. Todo estaba iluminado por las luces que salían de los miles de locales que había a lo largo de la avenida. No era una de las zonas más refinadas de Dinamarca la verdad, pero no me disgustaba.
Él llevaba un rato sin hablar, ya no bromeaba. Era como si al subirse en la moto, madurase y dejara los infantilismos atrás, junto con las rayas blancas de la carretera.
Yo tampoco decidí decir nada, solamente me dejé llevar por el momento.

-Quédate aquí y no vengas hasta que yo no te avise,¿podrás aguantar estar 5 minutos sin mí?
-¿Crees que voy a hacer lo que me digas?
-Hazle un favor al mundo y deja esa actitud tan insoportable, en serio, me pones de los nervios.

No quise añadir nada. Es cierto que estaba actuando de una manera un tanto borde con él pero, tampoco es mi culpa. Hace que esté a la defensiva cada vez que dice algo y no puedo controlar esa fierecilla sin domar que hay en mi interior y que está ansiosa de salir.

-¿Es la señorita tan amable de acompañarme? Pero, antes, ponte esta venda en los ojos.
-De acuerdo.
-¿Ves? Así de simpática estás mucho más guapa.

No puedo evitar ruborizarme. Camino despacio tras él, que me guía a través de su voz. Noto una brisa fresca, demasiado para estar en pleno verano pero, eso no es lo que importa. Tengo tantas ganas de quitarme la venda que no puedo evitar dar saltitos de entusiasmo mientras no dejo de quejarme. Alejandro está callado y solo se pueden escuchar mis suspiros de impaciencia. Se ríe, debo parecer una auténtica idiota en este momento. Ahora que me doy cuenta, no voy lo que se dice arreglada ni mucho menos...No es lo que importa.

-Sé que te parecerá una tontería pero este es mi rincón favorito de Nueva York...

Al quitarme la venda no podía creerme que estaba en la terraza de uno de los edificios más altos de Nueva York. Allí estaba yo: sobre un pequeño escalón que me alzaba más de lo que la vista alcanza. Miraba hacia abajo y no tenía miedo, me sentía grande. Veía a todas esas personas más pequeñas que yo. Me sentía segura, Alejandro sujetaba mi cintura con sus fuertes manos. Miraba hacia delante y no podía ver nada más hermoso que la ciudad entra bajo un ardiente sol, que ya se escondía tras la Dama de la Libertad. Él tenía razón, es uno de los mejores rincones de la ciudad.

-¿Tienes vértigo y te has quedado paralizada o te he sorprendido de verdad?
-Debo admitir que me has impresionado, gracias.
-No tienes por qué darlas.
-Es realmente hermoso.
-¿Quién, yo?Lo sé, me miro todos los días al espejo.
-Me refería al atardecer. Sabes perfectamente cómo estropear momentos increíbles ¿eh?
-También puedo intentar arreglarlos pero, la manera, dejaré que la descubras tú sola.

Nos quedamos allí, contemplando aquella hermosa despedida del sol mientras nos conocíamos.

-Bueno, cuéntame, ¿qué te trae por la maravillosa ciudad de Nueva York?
-Estoy aquí para terminar mis estudios, independizarme y empezar de cero con otros aires.
-Interesante, seguro que dejarías a muchas personas queridas en tu país.
-Sí, bueno...pero me alegra haber cambiado España por esto. Allí por lo menos no tengo que verle la cara al idiota de mi ex novio.
 -Me dejas claro lo de no salir contigo.
-¿Por qué? Es decir, no me importa pero, ya que lo has dicho...
-La única razón por la que no saldría contigo es porque si te dejase, me pondrías verde por ahí con algún desconocido del que no sabes nada.
-Bueno...no tiene por qué-los colores del atardecer se refugiaron en mi cara.
-¿Estás diciendo que saldrías conmigo?
-No te inventes nada, deja ya el tema y cuéntame algo de ti ¿no?
-Ignoraré esos coloretes que te han salido...¿qué quieres saber?¿te interesa mi vida?
-Era por ser educada, puedes hacer lo que quieras.
-Con que lo que quiera ¿eh?

Echó una última carcajada al aire y al final se fue de rositas sin contarme nada. Por lo menos dejó las bromitas a un lado para ponerse serio por un momento...Preferiría que no se hubiese puesto serio. Cuando me despisté y miraba hacia otro lado, al volver la cara, me besó en la mejilla. Y sin saber por qué, dejé que lo hiciera sin rechistar, solamente, fui una niña buena quizás porque me gustaba su faceta tierna que pocas veces había mostrado hoy.

-¡Madre mía! Es super tarde, tengo que irme pero, no tengo quién me lleve...
-Te llevará el mismo que te ha traído si te parece bien.
-Gracias, te has portado como nadie lo ha hecho conmigo hoy...

Bajamos las escaleras y no sería lo único que bajamos de tanto caminar por la acera. Cuando llegue al apartamento y me pese en la báscula, creo que encontraré una leve pérdida de peso. Al final este chico me va a ayudar a adelgazar y todo. Me ha dejado en la puerta y se ha ido como si nada. Es mucho mejor, me ahorro las despedidas y lo que pueda pasar al final de ella...
Me ha dado por cantar en la ducha. Las maletas están deshechas ya, así que ahora puedo relajarme y sentarme un rato a ver la televisión tranquilamente. No hay mucho que ver en Nueva York, demasiada MTV. La apago porque no hay demasiadas ganas de televisión, además el casero me echaría también la bronca porque gasto mucha luz, y me asomo a la ventana.
Luna Nueva, como la vida que me espera aquí. Son muchas las emociones vividas hoy y estoy cansada. No es sueño, simplemente, ganas de estar tumbada en la cama bajo las mantas ya que la calefacción está estropeada. Suena el teléfono, seguro que será el casero otra vez quejándose por algo. Decido pasar de él, pero insiste. Es número desconocido, me tiembla la mano, no será...

-¿Quién es?
-¿Te he despertado?-era él, podía reconocer su voz.
-No, estaba dando vueltas en la cama, pensando.
-En mí seguramente.
-Te lo tienes muy creído y encima te fuiste sin despedirte.
-Por eso te estoy llamando ahora, tenía mal sabor de boca-voz seria-Buenas noches princesa.
-No soy ninguna princesa, no tengo ningún príncipe azul.
-Yo te puedo encontrar alguno, aunque no sea azul.

Colgó el teléfono. Ahora soy yo la que no se ha despedido. ¿Qué habrá querido decir con lo de encontrarme un príncipe? Esperemos que no haga nada raro.

Pienso en él. La primera vez que lo vi no me transmitió mucha confianza pero, al final ha resultado ser un chaval encantador. Ahora, una de las cuestiones está resuelta: son verde agua.