miércoles, 28 de diciembre de 2011

Típico.

Una tarde de otoño como otra cualquiera. Salí a dar un paseo por la ciudad, para despejarme y buscar algún lugar oculto. Encontré una calle que me llevó hasta una zona de la ciudad que no había visto antes. Aquello era nuevo para mí. Casas, cafeterías elegantes, parques, suelos de piedra, tiendas acogedoras. Tenía sed y decidí pararme a tomar un café en alguna de aquellas cafeterías. Había tantas que no sabía a cuál ir pero, me fijé en una que tenía un cierto aire especial. Abrí la puerta. Me senté en una mesa que había junto a una ventana.  Miré por ella un buen rato. Había empezado a llover. Entonces, apereció el camarero. Se le veía tímido e inseguro pero a la vez tierno e interesante. Era tarde. Tenía que marcharme. Pedí la cuenta y anoté en una hoja mi número de teléfono. Al irme pude ver cómo él miraba el número y sonreía. Esperaba su llamada. La cosa creo que fue bien. Ahora, estamos en esa cafetería, juntos, tomando un café.

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