viernes, 24 de febrero de 2012

Frog.

Mentiría si dijera que sólo soy una ilusa princesa de algún reino no muy lejano. Odio los zapatos de cristal con tacón, porque acabo con los pies hechos polvo y los tacones se vuelven negros en vez de transparentes; las coronas que se descolocan sin parar; los trajes pomposos con muchos detalles; ese maquillaje que palidece mi cara, cubre mis imperfecciones y hace que parezca que estoy enferma; etc. Pero lo que más odio de todo, son esos príncipes azules. Se retrasan, aparentan ser "perfectos" y después no lo son nada de nada y nos hacen pasar malos ratos como por ejemplo besarlos siendo sapos(nunca lo he probado pero por lo que me cuentan no es nada agradable). Serán príncipes, sí pero, ¿qué me importa? Antes creía en ellos y soñaba con enamorarme algún día de alguno que viniera a rescatarme de esta rutina insoportable. Ya no creo en ranas, en besos inacabables ni en promesas de amor eterno. No todas las princesas somos tontas y nos ilusionamos con cualquier tontería. Me niego a seguir escuchando a mi ama de llaves replicándome que tengo que estudiar más, que debo comportarme como la princesa que soy, que debo caminar así, hablar de una manera refinada, bla bla bla. Reglas todo el día. No me voy a cansar de esperar a algún héroe que venga a rescatarme porque no me voy a molestar en esperarlo ni tampoco voy a perder mi vida aquí teniendo una puerta enorme que tapa las afueras del castillo y que yo puedo abrir cuando me de la gana. Por eso me escapo a descubrir el mundo más allá de los muros de este castillo de mala muerte.

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