sábado, 14 de enero de 2012

999

Bienvenido a mi mundo. No será ni el más grande, ni el más perfecto ni el mejor de todos pero, a mí es el que más me gusta. Es un mundo libre. Tiene 98 continentes, 21 océanos inmensos con sus 564 mares pequeños; 999 países y tan sólo 1 habitante, yo. Aquí solamente hay una ley: vivir sin preocupaciones.
Es fácil sobrevivir porque hay miles de restaurantes, tiendas, árboles frutales, huertos, agua en cantidades, jugueterías, centros comerciales, pistas de patinaje, boleras, cines, parques, senderos que no llevan a ningún sitio, faros, playas, puertos, ningún ayuntamiento, un periódico(hay que estar al día), gimnasios, y un gran teatro...El teatro es lo más especial de todo. Me gusta ir allí para escuchar el silencio que hay a mi alrededor. Subirme en el escenario y gritar sin que nadie me diga que está mal. No hay contaminación. Se va a todos lados con sólo usar la imaginación. Los príncipes azules están por todos lados. Todos son imperfectos pero perfectos. El atardecer es la mejor parte del día. Nunca es igual. No se repite en ninguno de los 999 países, siempre es único. Por la noche, el cielo está estrellado nunca hay ninguna nube para que todo se pueda contemplar a la perfección. Los ríos anuncian canciones nuevas y traen con ellos sonidos de todas las partes del mundo. Claro que, son especiales porque son de mi mundo. Lo llamo mi mundo pero, en realidad, yo no soy la dueña ni la creadora. La dueña es una niña pequeña que todas las noches salía a la terraza a ver las estrellas y esperaba tener suerte de encontrar una que fuera fugaz. Una niña que soñaba con despertarse de su sueño con el beso de su príncipe azul. Una niña que nunca perdía la esperanza y que siempre sonreía, aunque todo le fuese mal. Una niña que no podía dormir con la luz apagada y a la que siempre tenían que darle un beso de buenas noches porque así, ella creía que crecía más. Aquella niña que no podía dejar de abrazar a su osito de peluche por miedo a los monstruos. Era ella la que soñaba que tocaba el piano en medio de las nubes mientras estas acompañaban a coro a los ángeles que cantaban una vieja melodía.Esa niña, quizás ahora se haya hecho mayor y haya perdido todas estas costumbres pero, eso sí, sigue acordándose de su mundo.

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