sábado, 10 de marzo de 2012

Capítulo 2.


Las 8:30, un día de verano.Tan temprano y ya están llamando a la puerta.
-¡¿Quién es?!
-Soy el casero, abre la puerta Andrea.
Lo que me faltaba, una buena bronca matutina.
-Te presento a tu nueva compañera, Jeil.

Aparece ante mí una chica pelirroja, con la cara llena de diminutas pecas que no se hacen de notar, pero que están ahí. Tiene los ojos claros, marrones miel. Su piel es color caramelo. No parece mala chica.

-Encantada, soy Jeil Limster. Siento molestarte, ¿te hemos despertado?
Mentiría si dijese que no, pero no quiero parecer una borde el primer día.
-No, ya llevaba un buen rato despierta, dando vueltas en la cama, no te preocupes-sonrío como si nada a pesar de mi mal despertar.
Sonríe.

-Os dejaré aquí solas para que os vayáis conociendo mejor, hasta luego chicas -deja las maletas en la puerta y se marcha por las escaleras.
-Bueno, ¿por qué nombre te llaman?- me pregunta un tanto apurada.
-Soy Andrea Domínguez, un placer.

No era ningún placer tener que compartir el piso con una absoluta desconocida pero, hay que aguantarse.
-¿Eres de la ciudad?
-No, soy de España, he venido aquí para terminar mis estudios.
-Yo soy de Australia, me aburría allí y decidí venirme a Nueva York un tiempo. Y aquí estoy.
Parece distraída mientras revisa todas las cosas de la maleta y me cuenta su vida. Le enseño el apartamento. Está un poco desordenado pero, no hace daño a la vista. No esperaba visitas de ningún tipo y menos a estas horas. Parece contenta con lo que ve.

-Tu habitación es esa de allí, al fondo a la derecha.
-¡Fantástico!Es bastante amplia y luminosa.¿Seguro que no te importa que me quede yo con esta?
-Sin problemas, ponte cómoda.

Coloca la ropa en el armario. Parece un poco maniática con el tema del orden. Los calcetines en un cajón, la ropa interior perfectamente colocada en otro, la ropa de verano a la vista y la ropa de invierno en los cajones de la cómoda.
Guarda algo en uno de los cajones de la mesita de noche, no consigo ver bien el qué. No me interesa demasiado y me voy al salón. Pongo la tele, nada. Cojo un zumo de la nevera y salgo al balcón. Hoy va a hacer buen tiempo. Cielo despejado, sol radiante y muchos sitios todavía por ver claro que...no conozco a nadie de aquí. Bueno en realidad sí pero, no, es una tontería ya ni se acordará de mí. Veo algo en el suelo, me agacho y cojo una pulsera con un nombre grabado “John”.



-Jeil, ¿es tuya esta pulsera?
-¡Ah! Menos mal que la has encontrado, pensaba que se me habría caído viniendo hacia aquí.
La coge y se la coloca en la muñeca. Parece aliviada y ahora sonríe.
-El nombre de la pulsera...
-No es lo que crees. Es mi hermano, John. Murió hace dos años en un naufragio. Me la dio antes de irse y él tenía otra idéntica con mi nombre. Un regalo de cumpleaños. Oye, gracias por encontrarla.
-No hay de qué. Estaba en el suelo y he pensado que sería tuya. Ya veo que no me equivocaba.

Desayunamos un poco. Le cuento el día que pasé ayer y parece bastante interesada en mi historia. Me pregunta si me ha llamado o no. Le respondo que no y se apena. No sé qué esperaba, son nada más que las 9:15. Según Jeil, tiene que salir a hacer unos recados y a recoger unos paquetes en correo pero, en realidad, va a recorrer toda la ciudad. Nos espera un largo día. Jeil coge su bolso, las llaves del apartamento que van junto con las de una Vespa y un llavero, y sale a la calle tras haberse asegurado de que la pulsera está bien cerrada y perfectamente colocada en su muñeca.

Pienso en el día de ayer. No estaría mal repetirlo pero, no sé cómo contactar con él. Da igual. Recuerdo el momento de la llamada, me pilló por sorpresa...¡Ya está! ¡La llamada! Seguro que tengo el número grabado en el móvil. Parezco una niña pequeña. Me da igual, la verdad. Cojo el teléfono y me llevo una gran desilusión al escuchar la voz de una mujer.

-¿Diga?
-Hola, ¿está Alejandro?
-Ahora mismo no puede ponerse al teléfono, pero puede dejarme el recado a mí.
-De acuerdo...-no me convence mucho pero se lo doy- dígale que lo espero a las 12:00 en su rincón especial y que, por favor, que no se retrase. Tiene algo que devolverme.
-Estupendo, yo se lo digo.
-Muchas gracias, adiós.

Cuelgo. Voy al baño y me doy una buena ducha. Regreso a la habitación y empiezo a rebuscar entre la ropa. Esto no, esto ni hablar, puede servir...¡Perfecto! Un vestido veraniego con manga ligera. Es perfecto. No me maquillo. Me gusta ir natural. Antes de salir, miro el día que es hoy en el calendario: martes,13. No me molesta. Cierro la puerta y bajo las escaleras hasta llegar a la puerta del edificio. Tengo tiempo y decido ir caminando hasta allí. Nunca había estado tan nerviosa,¿qué dirá él cuando reciba el recado?















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