viernes, 18 de mayo de 2012

Errores.

No te voy a mentir, cuando te fuiste, lo pasé fatal. Sólo quería encerrarme en mi cuarto para alejarme del mundo y de todas esas palabras que podían hacerme daño. Para no tener que buscarle respuesta a preguntas que ni si quiera yo sabía responder: "¿por qué se ha ido?"; "¿ha terminado ya todo?"; "¿volverá?". Estaba jodida, no quería ver nada, ni recordarte. Cada palabra que escuchaba me recordaba a ti y no podía evitarlo. No sabía si ibas a volver y la idea de pensar que no lo harías, me desgarraba el alma. "Sólo será por un tiempo", me decía. Autoconsuelo inútil, supongo. Me tapaba la cara con las manos y lloraba. No quería verme a mí misma pasando por aquel momento. Ni si quiera conseguía pasar por delante de un espejo. Sufría con cada lágrima derramada que se clavaba, directamente, en mi corazón. Durante algunas semanas, perdí las fuerzas que me ayudaban a seguir luchando. Me sentía débil. Perdí la paciencia esperándote y me desesperaba con cada minuto que pasaba. No es que no quisiera contárselo a nadie, es que, no podía. Cada vez que lo intentaba, la voz se me escapaba y enmudecía. Me quedaba encerrada en mi silencio. Miraba los meses pasar y no volvías. Hasta que, una mañana, vi llegar el mismo coche que te alejó, aquel día, de mi lado. Salí fuera. Con los ojos aún rojos, secos ya de derramar tantas lágrimas. Le pregunté a tu padre por ti y me dijo que estabas en la manzana de al lado, que llegaste hace varios meses. Me quedé de piedra. Ni un mensaje, ni una simple llamada de teléfono. Nada. Meses desperdiciados.

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